EL DERECHO A DECIDIR
Siempre hay que adoptar una actitud crítica ante todo, pero especialmente en el ámbito de lo político. Los programas electorales, por ejemplo, han perdido credibilidad, pues todos dicen uno y, si gobiernan, una vez conseguido el voto favorable, hacen de distinta manera a lo prometido. Bien es verdad que aquí en la España democrática hasta hace poco sólo hemos visto gobernar prácticamente a dos partidos. No sabemos de la coherencia de los nuevos grupos aparecidos últimamente con fuerza. También los debates políticos pueden ser muy equívocos. A veces parece que estamos oyendo una cosa, pero lo que se quiere decir es otra. Es lo que sucede con la tan manida expresión “derecho a decidir”, donde quiero centrar mi reflexión hoy.
En principio se estima que todos tenemos que estar de acuerdo en reconocer este derecho. Parecería antidemocrático negar el derecho a decidir, bien referido a una persona o a una colectividad. Pero… ¿de verdad pensamos que todos tenemos derecho a decidir cualquier cosa en cualquier momento o circunstancia? Sabemos que ello no puede ser así.
Hay cosas que podemos decidir por nuestra cuenta, sin más, pero muchísimas otras no, debido al mismo objeto en cuestión. Uno no tiene derecho a decidir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre la verdad y la mentira… Así que ese derecho, genéricamente expresado, significa poco si no lo concretamos. Cuando hablamos del derecho a decidir hay que precisar ¿quién?, ¿qué?, ¿de qué modo?, etc… El qué puede condicionar el quién y el modo. El quién lo podría hacer sobre el qué y el modo; y el modo sobre el qué y el quién.
Cuando se dice que el pueblo catalán
tiene derecho a decidir, es una frase inacabada, ¿deliberadamente? La frase
completa es: el pueblo catalán tiene derecho a decidir su independencia
respecto a España. Es desde esta concreción desde donde tenemos que partir para
discutir la cuestión. Hay que suponer también que este derecho alcanzará a
todas las autonomías españolas que así lo deseen, pudiéndolo ejercer cuando
estimen oportuno. Y no sé también territorios más pequeños, como pueden ser las
provincias o los municipios.
Creo que en un Estado de Derecho lo primero que hay que preguntarse es qué dicen las leyes al respecto y actuar en consecuencia. Si hay distintas interpretaciones de las leyes, tenemos tribunales que pueden dirimir en el conflicto. Cuestión a tratar aparte es si tales leyes que regulan la convivencia en nuestro país en lo referente a la organización política son o no democráticas y justas. Incluso se podrá cuestionar el mismo sistema. Parece claro que las leyes constitucionales han sido aceptadas por la mayoría. ¿Pero puede existir una minoría que esté subyugada por la mayoría? No creo que la mayoría de los catalanes en el tiempo que va desde el fin de la dictadura franquista conteste afirmativamente. Por otra parte, todos conocemos movimientos políticos y sociales que en muchos lugares, aquí también, han luchado con la oposición de leyes vigentes por la conquista del reconocimiento de derechos legítimos.
Otra cuestión previa que hay que aclarar: ¿cuántos son en concreto los que están pidiendo la independencia de Cataluña? Saberlo puede ser importante para valorar la situación del conflicto que pueda existir entre Cataluña y España, pero mucho más para analizar el que se ha producido entre los mismos catalanes. Hay que saber hasta qué punto es verdad decir que “Cataluña” quiere ser independiente. Aunque no haya habido un referéndum al respecto, considerando el resultado de las últimas elecciones, que los independentistas quisieron hacerlas plebiscitarias, no parece que haya una mayoría suficiente en favor de la independencia de Cataluña, pues el apoyo a los partidos independentistas no llegó al 50% de los votantes. Declarar la independencia desde un Parlamento catalán en esas proporciones no es razonable, sobre todo teniendo en cuenta a los ciudadanos catalanes que no apoyaron la propuesta independentista. Se podría discutir, en el caso de llegar a plantearse una votación al respecto qué mayoría sería exigible. Comparando cuestiones de parecida importancia, ¿quizás el porcentaje estaría entre el 70 y el 80 %?
Creo que es importante también determinar bajo qué ordenamiento jurídico hay que situar esta cuestión. ¿El universal, el español, el autonómico catalán? ¿Es lo mismo dictaminar, por ejemplo, sobre el derecho de autodeterminación de Marruecos o Argelia, cuando fue el caso, o cualquier otro país en parecidas circunstancias en el momento en que se produjo su independencia, que sobre Cataluña? Creo que son pocos los que identifican estas situaciones.
Otra cuestión que muchos pueden ver marginal, pero que para otros es importante: la situación de privilegio respecto a otros territorios españoles en la que pueden estar quienes reclaman la independencia de Cataluña. Las razones independentistas serán muchas y muy variadas, pero entre ellas ¿estará el creer que podrán vivir mejor? Si salirse de España supusiera perder capacidad económica, perder nivel de bienestar, seguro que para muchos no habría cuestión independentista. Cataluña suele estar en torno al cuarto lugar en relación a la renta per cápita: después de Madrid, País Vasco y Navarra.
Por mi parte añadiría que procesos
independentistas como el de Cataluña respecto a España van en contra de la
corriente evolutiva de la humanidad cuya dirección está marcada por la
integración cada vez más estrecha entre unos y otros. Cada vez somos más los
que nos consideramos ciudadanos del mundo y pasamos de cualquier tipo de
nacionalismo, que nos parece que forma parte de una ideología retrógrada que de
futuro, ¿Encaja ser europeísta y promover al mismo tiempo la disgregación de un
Estado como el español? Estoy pensando también en Euzkadi y Galiza.
La solidaridad entre los pueblos es otro argumento en favor de la cohesión. Espero que nada tiene que ver el independentismo con posturas insolidarias respecto a otras regiones españolas. Puede haber un desequilibrio redistributivo desfavorable a Cataluña que hubiera de subsanarse. Para algunos el problema catalán ha sido favorecido por una política inadecuada del Estado Español. Tampoco quiero creer, como algunos afirman, que la reactivación del movimiento independentista por parte de algunos ha tenido que ver que la supuesta corrupción que se produce en el ámbito de CiU.
Seguro que el problema catalán hay
que verlo desde más perspectivas, entre otras desde el respeto a todo lo
catalán, que hay que compaginar en justa medida con el respeto a lo español.
Los dos elementos, en distintas proporciones según las personas, conviven en
todos los catalanes. A veces ha habido imposiciones injustas en ambos sentidos,
pero actualmente no creo que sea tan difícil llegar a un entendimiento. A
primera vista el preguntar cuál es la opinión de la gente respecto a los
problemas que hay planteados puede ser un buen camino para encontrar soluciones.
Puede que la alternativa federal aporte una solución estable a las aspiraciones
de gobierno propio que desean para ellos las nacionalidades históricas
reconocidas en la actual Constitución Española.
Consideremos que el conjunto siempre es más que la suma de todas las partes, pero hay que hacer ver a todos que en la práctica esto es así.