Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Manuel Monteiro de Castro
Nuncio Apostólico de S.S. en España
Avenida Pío XII 46
28016 MADRID
Excelentísimo y Reverendísimo Señor:
Somos un grupo de veintiséis sacerdotes asturianos, que nos hemos constituido en Foro Gaspar García Laviana, en recuerdo y gratitud de este misionero asturiano.
Ante el inminente nombramiento de un Arzobispo para Oviedo, respetuosamente nos dirigimos a V. E., con la conciencia y el deseo de prestar una colaboración leal y responsable a la Iglesia, a nuestra diócesis y a su persona, en la difícil y delicada tarea de elegir un Pastor que responda a la situación eclesial que vive en este momento esta comunidad diocesana y que tenga en cuenta las características singulares por su trayectoria social e histórica.
El Principado de Asturias,- cuyos límites coinciden con la Archidiócesis de Oviedo-, es una autonomía uniprovincial con personalidad propia por historia y con rico patrimonio social, cultural y espiritual, que ha pasado de ser una de las primeras provincias españolas en el ranking del Producto Interior Bruto en los años sesenta del pasado siglo, a ocupar uno de los últimos lugares en la actualidad, debido al desmantelamiento industrial de la minería del carbón, de la siderurgia y de la construcción naval, así como al abandono mayoritario de las explotaciones agropecuarias y de la pesca, -siguiendo las directrices de la Unión Europea-, sin que se haya afrontado el grave problema de la reconversión industrial.
Tenemos una de las tasas de desempleo más altas de España, que afectan sobre todo a la juventud y a la mujer en particular, con lo que hemos pasado de ser una comunidad de inmigración a comunidad de emigración.
Todos estos factores se reflejan en la natalidad,- la segunda más baja de todas las comunidades autónomas de España-, en el envejecimiento de la población, en el creciente abandono de muchos pueblos rurales y en el acelerado movimiento demográfico que está causando la concentración de la población en la que ya llaman “área metropolitana” en el centro de Asturias. Casi el 70% de la población vive en el triángulo formado por las ciudades de Oviedo, Gijón y Avilés.
No podemos detenernos en analizar todos los problemas sociales que afectan a esta comunidad autónoma y, por ello, también a la Iglesia que vive en este lugar. Pero sí podemos manifestarle que ha sido una característica de esta Iglesia el tomar parte en la clarificación de estas situaciones, que afectan a la vida y a la fe de las personas, con los valores del Evangelio y aportando su doctrina social.
Se ha hecho siempre de una forma comprometida e independiente, logrando una imagen y valoración de la Iglesia muy distinta a la de tiempos pasados.
Debemos manifestarle que, en estos últimos años, se echa de menos esa palabra y ese juicio cristiano que emana de la entraña del Evangelio sobre las situaciones sociales y la vida real de las personas. Para nosotros ha sido una sorpresa desconcertante la supresión del Secretario Social Diocesano y el desvalimiento y desinterés apostólico de este campo difícil, pero necesario.
A lado del silencio de la Iglesia ante la crisis actual, está la escasa atención a la pastoral obrera,- con la desaparición del Secretariado Social y de la Escuela Social-, y la alarmante situación de las misiones diocesanas, que tanta vitalidad han aportado y podrían seguir aportando a la diócesis.
Además de todo esto, se da una tendencia uniforme a una línea de pastoral determinada, impidiendo el sano pluralismo.
Sin lugar a ninguna duda, el problema que vemos más preocupante es la situación que estamos viviendo los sacerdotes. Creemos que debiera ser la primera preocupación del nuevo arzobispo.
No es el momento de analizar las causas, sino de resaltar el hecho. Está muy debilitada la unidad del presbiterio diocesano y nos paraliza un desinterés por la falta de iniciativas pastorales que respondan a la situación eclesial que se está viviendo. Nos parece que necesita una honda reflexión y un mayor compromiso en el testimonio de la fe y en buscar nuevos modos de transmitirla en la nueva cultura.
A pesar de esto, los que aún están en activo, gracias a Dios, siguen siendo responsables de las parroquias y trabajan con celo en la parcela encomendada. Pero muchos de ellos han caído en la falta de entusiasmo y en la indiferencia hacia todo lo diocesano o de pastoral de conjunto, porque nos parece abstracto, lejano y de mirar para el pasado.
Bastantes sacerdotes de mediana edad y mayores,- que son los más del presbiterio-, tienen la sensación de contar poco, de no ser valorados, de que su trabajo y experiencia no cuenta. Por lo que se ha primado en esta última etapa, tienen la impresión de que su trabajo pastoral ha sido equivocado, cuando debe reconocerse que son los que están llevando esa atención callada, entregada, sacrificada en la mayor parte de las parroquias de la diócesis.
Nos preocupa la situación de las parroquias y su forma de atención pastoral por el cambio demográfico y la edad y disminución de los sacerdotes. Es algo que debía haberse abordado hace tiempo, pero está descuidado. De las más de novecientas parroquias de la diócesis, la mayoría son rurales y están desasistidas,- dado que un solo sacerdote tiene a su cargo doce, quince y hasta dieciocho-, en contraposición a la amplitud de la Curia diocesana, a la liberación de cargos y a la designación de sacerdotes para instituciones que no necesitan tantos.
Con sinceridad y ánimo de colaboración le exponemos nuestro parecer y le aportamos nuestras sugerencias.
Necesitamos un Arzobispo:
1º. Que tenga como primera preocupación el restañar la unidad y la fraternidad del presbiterio diocesano, valorando a todos, tratándoles como hermanos y colaboradores, escuchando y haciéndoles partícipes de las iniciativas pastorales, respetando y acogiendo su diversidad, estando atento a sus necesidades, abierto al diálogo franco y sincero.
No hay mejor definición que la del Evangelio: ¡que sea un buen pastor! El Concilio dice que “los obispos, por su parte, han de considerar a sus colaboradores como hijos y amigos, lo mismo que Cristo a sus discípulos ya no los llama siervos, sino amigos” (L.G.28).
Contra lo que se pueda insinuar, el clero de Asturias es noble, trabajador, sacrificado, con amor a la Iglesia; y valora la misión del obispo y acoge a su persona, si se manifiesta como pastor cercano y hermano de verdad.
2º Que venga con entusiasmo y con deseos de conocer antes la diócesis, el trabajo pastoral que se venía realizando; que llame a la participación y la valore y la tenga en cuenta.
Que nos anime a buscar juntos nuevos caminos de evangelización y transmisión de la fe. Que mire más al futuro que al pasado. Que crea en el trabajo paciente y no en eventos espectaculares.
3º Que manifieste sensibilidad social, que no huya de la vida real, que sea conocedor de la Doctrina Social de la Iglesia, que sea independiente de todo poder, que sepa presentar con realismo la levadura humanizadora del Evangelio, que se atreva a pronunciarse en nombre de la Iglesia cuando los hechos lo requieran, que sepa despertar en los cristianos el compromiso para la vida pública.
Que entienda que la Iglesia de Asturias tiene esta característica en los genes de su historia. Una persona ajena o con miedo a esta sensibilidad, sería vista como extraña y lejana a esta diócesis.
Reiteramos que, con esta exposición, queremos expresar nuestros sentimientos de responsabilidad y colaboración eclesiales, siguiendo el espíritu del Concilio Vaticano II, que manda a los obispos escuchar de buena gana a los sacerdotes, dialogar y consultar sobre las necesidades del trabajo pastoral y el bien de la diócesis.
Reciba un saludo atento y cordial de sus hermanos en Cristo