MORIR EN PARÍS
Es evidente la violencia que los países occidentales ejercieron y ejercen en países del mundo entero, sometiéndoles a una continua explotación tanto de las personas como de los recursos naturales, tanto durante su presencia colonialista, como después de alcanzar su “independencia”. Este hecho afectó a todo tipo de gentes, pero en África sobre todo y también en Asia eran, y son, practicantes del Islam. Para una gran mayoría, la permanente injusticia social no ha producido más que miseria y muerte durante el siglo y medio de presencia occidental. No sé cómo se podrá llamar a este matar tan ininterrumpido y tan despiadado. Y no sé qué preferirá cada cual: ir muriendo poco a poco o morir de un tiro, por una bomba o a cuchillo. Indudablemente todos pensamos que de ninguna de esas maneras. Cualquier persona que se considere como tal rechazará y condenará toda muerte violenta por igual, tanto para sí mismo como para los demás, se muera en París, en África o en cualquier otro lugar del mundo.
El terrorismo islámico hoy en países occidentales podría verse como una respuesta a esa violencia anterior que ha tenido como consecuencia el empobrecimiento de zonas cuyos habitantes practicaban el Islam. Pero dudo de esta interpretación, pues parecida violencia terrorista se está ejerciendo en países islámicos, siendo protagonistas activos y pasivos gentes que son todas ellas musulmanas. También se está interpretando el terrorismo islámico como un acto de guerra contra occidente. Pero los mismos que atentan aquí lo están haciendo en países islamizados. Estos hechos parece que obligan a descartar poder interpretar la violencia ejercida por grupos islamistas radicales o fundamentalistas como una guerra de religión, de civilizaciones o culturas donde uno de los frentes fuese únicamente Occidente. Quizás ambas interpretaciones señalen factores de apoyo, pero no la causa radical.
A simple vista parece que tras este terrorismo hay una interpretación concreta del Corán, un determinado islamismo, sobreañadiendo a ello una postura fanática, que conlleva la consideración de ser la auténtica y única interpretación del Corán y la voluntad de imponerla a todos. Tanto el fanatismo intransigente como el terrorismo que engendra es rechazado por todos los musulmanes, excepto por los integrantes de estos grupos fanatizados o afines.
Para poder llegar a atisbar cuál es la causa del terrorismo islámico, creo que no estaría demás preguntarse a quiénes beneficia económicamente el terrorismo islámico, quién puede haber detrás de Al Qaeda o de Boko Haram. También otras guerras que parecían muy religiosas, como las Cruzadas, y otras posteriores guerras de religión aquí en Europa, que no lo eran tanto. Yo me inclinaría a pensar que detrás de toda esta violencia terrorífica que se produce en América, Europa, África y Asia hay intereses económicos, y que esos intereses tienen que ser necesariamente los de los más poderosos del mundo, que pueden confesarse musulmanes, cristianos…, agnósticos, ateos. Esto en ellos es accidental. Yo estoy convencido de que no se mueve nada verdaderamente importante durante mucho tiempo sin su consentimiento.
La respuesta que se ha dado en occidente al atentado de París muestra en muchos una cierta hipocresía, sobre todo en quienes detentan el poder político. Parece que no es lo mismo morir en París que en África o Asia… Hoy todos estamos unidos en el llorar y condenar la violencia que dejó tras de sí 17 muertos en París. Los políticos se comprometen firmemente a hacer todo lo posible para que no vuelva repetirse. El mismo dolor, o quizás más, tendría que producirnos que cada día mueran por causas evitables 19.000 niños, según nos dice UNICEF. Según el Proyecto Hambre de las Naciones Unidas, alrededor de 24.000 personas mueren cada día de hambre o de causas relacionadas con el hambre. Están muriendo cientos de personas día tras día, año tras año, década tras década… ante la impasibilidad de quienes podrían subsanar tan dramática situación humana, que son precisamente, y sobre todo, los que encabezaban la manifestación de París y otros que, aunque no estuvieran, la apoyaban sin fisuras.
Claro
que sí. ¿Cómo no? Rechazo total a las muertes de París, se esté o no de acuerdo
con el estilo de Charlie Hebdo, pero con la misma
fuerza hemos de rechazar todas las muertes violentas en cualquier lugar del
mundo. Pero también tenemos que rechazar con la misma fuerza las muertes de
todos aquellos que mueren de hambre o por carencia de cualquier otro medio
imprescindible para vivir. Estas muertes son también consecuencia de un cierto
tipo de violencia, que, aunque sin sangre, mata. No sólo hemos de condenar sino
hacer lo que esté a nuestro alcance para que se eviten. Tenemos que exigir
también a nuestros dirigentes el compromiso de hacer cuanto sea necesario para
que esto no pueda ocurrir. Es urgente que los que encabezaban la manifestación
de París, o quienes les sustituyan en el poder político, se pongan al servicio
del bien común de la humanidad y dejen de ser únicamente servidores de las
élites del capitalismo productivo y financiero, que, creo, son quienes tienen
en su haber millones de muertos.
Pipo Álvarez